jueves, 30 de abril de 2009

MALA TARDE DE TOROS.

Por motivos, digamos, sanitarios, aunque ese no es el concepto correcto, me he encontrado unos días en Sevilla. Y por motivos también, digamos, sanitarios, me invitaron a presenciar la corrida de la Feria de Sevilla de la tarde del Martes. Una mala tarde de toros… tanto que el espectáculo pasó a las gradas en vez de al coso: “Mátalo!”, “Tienes menos luces que una patera”, “Estos no son toros, son sardinas”… Perejil a mi derecha, Hipólito Rincón a mi otra derecha, Farruquito y el Farru detrás… vamos la créeme de la créeme Sevillana. Malos toros de Juan Pedro Domecq para un siempre elegante Ponce, un entregado Morante y un nazareno que recibía la alternativa, Antonio Nazaré, que no pudo hacer más de lo que hizo por unos astados parados, distraídos y poco apasionados. Solo pudimos salvar el tercer toro, primero de la tarde para Morante de La Puebla, pero no por el manso animal, sino por un torero que lo dio todo con tal de sacarle las energías y las embestidas. Ole tras Ole de la Real Maestranza y vuelta al ruedo. Aún así se pudo disfrutar la tarde. Un espectáculo ancestral que se sigue manteniendo sin el sentido, ni el sentimiento de antes. Y un termómetro de la Ciudad de Sevilla: chistes del metro, la crisis, corrillos de la gripe porcina, la portada se alumbró a y un minuto y no a en punto, modelitos, modelillos y modelazos. Blonda blanca en el palco de invitados. Y esto también es espectáculo y esto también es arte. Y existe una semiología y una gramática propia. Y de los toros nacieron los mausoleos que encontramos en el cementerio de San Jerónimo, y de los toros nacieron cuadros vanguardistas y Alberti escribió: De sombra, sol y muerte, volandera grana zumbando, el ruedo gira herido por un clarín de sangre azul torera. Abanicos de aplausos, en bandadas, descienden, giradores, del tendido, la ronda a coronar de los espadas. Se hace añicos el aire, y violento, un mar por media luna gris mandado prende fuego a un farol que apaga el viento. ¡Buen caballito de los toros, vuela, sin más jinete de oro y plata, al prado de tu gloria de azúcar y canela! Y torero era Ignacio Sánchez Mejías, mecenas de artistas, causa y efecto de la generación del 27, piloto, dramaturgo…. Y su muerte en una plaza fue hecha elegía por Miguel Hernández y por Lorca… A las 5 de la tarde. Y es verdad que existe el debate de si es esto una animalada, una brutalidad. Que el toro sufre, que el toro sangra. Un toro que fue criado solo para ser lidiado. Y un toro que ha sido protagonista de versos y rimas. Y de las partituras de tantos pasodobles, de tantos compositores, que acompañan el baile de la muleta. Y son artistas quien hace el traje que llamamos de luces, y lo son las que hacen los mantones que lucimos en la plaza. Y son artistas y valientes los monosabios, porque mi abuelo lo fue. Y no defiendo los Toros como una Fiesta Nacional. Es que en realidad no lo defiendo. Y menos cuando soy consciente en plena plaza de lo pensamientos reaccionarios, homófonos, intolerantes, sin éticas y que reina la cabeza de muchos de los que se llaman aficionados. Pero a lo mejor no es tan fácil decir toros sí o toros no. Porque también es cultura y es industria y también es trabajo. No sé si toros sí o toros no, pero yo sé que a mi se me escapó más de un Ole para Morante, que pasé tardes enteras junto a mi abuelo viendo las retrasmisiones por la tele, que me gustan las mantillas blancas y que seguramente volveré a pisar la Maestranza de Sevilla. Cano dixit.

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