Donde habita el olvido es el título de un libro que nunca he leído y que seguramente no lo leeré nunca. Es un título demasiado grande como para tener una historia que contar. Hay títulos que no cuentan nada y otros que cuentan más que una novela entera, una película o una obra de teatro.Donde habita el olvido debe ser un sitio más bonito de lo que pensamos, menos oscuro, más romántico. Donde habita el olvido es un lugar donde yo quise dejar mis recuerdos, quizás los más felices, para que no me pesaran ahora, para que no se conviertiera en una razón para volver a ellos, para que no me arrepintiera de nada. Donde habita el olvido, donde están los secretos del corazón y los abrazos rotos. Allí, en ese rincón, donde el desierto se hace mar y los delfines nadan en moteles de carretera, hay sitios donde no hay que volver, por eso, porque habita el olvido y el olvido no se puede transformar otra vez en recuerdo y mucho menos en presente.
Olvido, a veces, el rugido salvaje del mar, porque me sabe demasiado a Atlántico. Olvido canciones de guerra y vinos verdes en siete colinas amarradas. Olvido cómo se dice te quiero y olvido mucho más cómo se oyen las mismas palabras cuando no es uno quien las dice. El olvido sabe a Coronita fresca, a pan con leche, sabe a cemento mojado y a luna llena. El olvido no es más que lo que no queremos ver porque nos hace daño, porque nos hace ser, y a veces somos capaces de soportar un dolor físico, un arañazo en la piel, una herida que escuece, un mordisco en los labios, pero no podemos soportar el peso del recuerdo, del buen sabor de las historias pasadas, las que ya no están y las que nunca serán.
Donde habita el deseo es ese sitio que despierta cada madrugada cuando mojamos la cama con el sudor amargo de los sueños apagados. Donde habita el deseo es ese mismo sitio donde está la sed seca que no se sacia con agua. Donde habita el deseo está lleno de monstruos que nos hacen recordar que queremos ser llenos y plenos y que rescatan del olvido los sueños que nos colorean, nos dan forma, nos consuelan.
Entre el olvido y el deseo hay una línea delgada, que no es roja, en la que habita un niño vestido de luna, que abre un paraguas y funambulea en la cuerda floja. Entre el olvido y el deseo estamos nosotros, solos, a punto de ser atropellados por un camión enorme que nos arrastra por un río de piedras que se haran recuerdos y que un día querremos que sean olvido. Entre el olvido y el deseo hay una cama vacía, fría, en la que, acompañados o no, dormimos para intentar despertar con otra cara.
Donde habita el olvido está, mi amor, esa cama que nunca pude vestir de limpio porque el sol no me secaba las sábanas. Y mientras tanto escribo delfines en el desierto para gritar en el olvido de otros, que es el sitio donde habito, porque yo también fui deseo, porque yo también soy olvido.
lunes, 18 de enero de 2010
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Qué bonito Antonio, y qué bueno tu blog. Te seguiré a partir de ahora.
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