sábado, 7 de noviembre de 2009

LA NATURALEZA DEL TEATRO

A veces me pregunto si no será que estoy equivocado. Cuando me pongo y dispongo a investigar sobre el arte teatral, que no dramático, siempre encuentro la eterna diatriba, y digo bien, que enfrenta lo escénico y lo escrito, la literatura y el espectáculo. Y pensaba que esto estaba más que saldado. Si pensamos en la historia del arte escénico, vemos y comprobamos que lo que lo caracteriza es el hecho de la representación. El teatro, en todas sus variantes, es el juego de ver algo que no está sucediendo. Esta eterna idea de mentira, de juego, tiene por naturaleza un color ficticio. El teatro y sus componentes, escena y público, son conscientes hasta límites insospechados que vivimos una ficción. Y lo vemos en la propia literatura dramática en la que se indica cómo se debe hacer qué, quién entra por dónde, cómo debe hacer y qué tiene que decirse. Pero esto desde tiempo inmemorial. Los primeros escritos referentes a una representación del conocido como Quem Quaeritis y su alusión en Regularis Concordia se preocupa en determinar cómo debe hacerse ese texto. La estructura de la página teatral marca una clara referencia representativa. Se titula la escena, se situa la acción, se marcan algunos movimientos en las acotaciones y se enumera lo que se dice y nombrando quién lo dice. Y digo bien, se enumera, marcando el orden de las intervenciones en estilo directo. Esto es una escena clásica, no hablemos ya de las nuevas formas de escritura dramática. Se escribe así porque el autor lo quiere escribir así, porque quiere dejar claro ese punto de artificialidad en su discurso que no se verá remediado hasta que esté en pie sobre unas tablas. Si estuviéramos ante la novela, la redacción de la misma marca una fingida realidad, utiliza los elementos lingüísticos para dar la sensación de que lo que estás leyendo ha sucedido, entrando de esta forma en los diferentes grados de indentificación del lector. Y me gusta esto que me hablaba la profesora Mercedes Comellas de que las novelas son historias fingidas, porque me gusta pensar que el teatro va más allá y descaradamente se prensenta como mentira, como ficción, porque lo que sucede se representa. Veltrusky dice que "en la mente del autor está presente la estructura de la representación con todos sus condicionamientos ... esto ocurre simplemente por el hecho de que el autor suele sentir,..., las posibilidades de la representación de su obra." Aquí está el error, el autor no siente la posibilidad, el autor escribe para ser representado, no valora si es posible o no. Y representar no es más que hacer presente algo, en este caso la obra escrita. Y ese es el común denominador de los grandes autores -en España- Lope, Lorca, Mihura, Buero, Martín Recuerda... todos escribían desde el escenario, para ver su obra en escena, porque la función del autor dramático es esa: escribir lo que otros van a representar. Y esta es la naturaleza del Teatro: la ficción, lo representado, hacer presente una mentira. Y lo bonito es que esa mentira emociona, conmociona, distorsiona. Y aún así se sigue analizando lo lingüistico, lo gramático, los tropos en el texto de un autor, pero nadie se atreve a analizar qué elementos va utilizando el autor para que su obra se represente tal como él la imaginaba en la cabeza. Aunque quizás, ese autor es consciente que nunca se hará tal cuál la imaginó y sólo él tiene el privilegio de ver en su cabeza la función de su obra que siempre imaginó.

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