domingo, 15 de noviembre de 2009
FUCK YOU, FABRE¡¡
La noche de hoy prometía, en el Teatro Central de Sevilla se reunían intelectuales, los artistas, gente de la SGAE, autores, profesores de la ESAD, gente guapa... todos para ver Orgy of tolerance, el mejor espectáculo del 2008 según el Jurado de Danza del Sindicato de la Crítica de Francia (un nombre muy largo para un premio).
A veces me pregunto qué quiere el público y más aún qué quiere el artista. No es que no me haya gustado el montaje. Creo que tiene una puesta en escena brillante y que todas las coreografías son estupendas, que tiene un plantel de actores de una profesionalidad arrolladora y que hay partes que son una crítica del mundo muy acertada, pero todo se queda en eso, sí, en eso. Un espectáculo, y más los de este talante, deben no solo provocar, sino inyectar acción y el público se ha quedado como meros espectadores de un cuadro en movimiento, pasivo. El público, quiera o no quiera, salió igual que entró, con espectación hacia Europa, pero sin nada nuevo en los bolsillos.
A lo mejor, el problema radica en que la concepción es una gran performance, pero el Performing Art debe estar fuera del escenario. ¡Qué interesante hubieran sido los partos en un supermercado de verdad! ¡Qué contradictorio hubiese sido ver a ese Cristo aspirante a Top Model por las calles de Sevilla! Sin embargo, sobre el escenario no es más que un pasar y pasar de imágenes provocadoras y de estética más o menos atractiva para un sector determinado de patio de butacas. A lo mejor el problema está en el público, muy condescendiente con lo que se aplaude fuera de nuestras fronteras y claro, un intelectual, la elite sevillana, no puede no aplaudir y no alabar lo que se premia en Francia. Quizás el problemas no está en Ian Fabre, que por si no lo saben, además de ser el director y coreógrafo de este montaje, es artista plástico, actor, dramaturgo, artista visual y no sé cuántas cosas más, y buenísimo en todo. ¡Ah! Y es el único artista vivo que ha sido invitado a hacer una exposición en solitario al Louvre.
Quizás el problema esté en Miet Martens, que se encarga de la dramaturgia y lo único que hace es yuxtaponer coreografías, performance, teatro textual, teatro físico y gamberradas, sin estar pendiente del ritmo, de los giros y las respiraciones que necesita el público, de si entendemos o no por qué una cosa y luego la otra. O por qué es un espectáculo de hora y cuarenta cuando cuenta lo mismo desde el minuto uno y a lo mejor con el maravilloso llanto de los onanistas, casi al principio, se hubiera acabado todo y el mensaje hubiese llegado incluso mejor. O todo se hubiese reducido a las escenas de los carros de supermercado... porque siempre menos es más y porque han sido las mejores escenas de la noche, destacando el vals. El caso es que el público se ríe, sí, ve como un hombre se juega la vida de sus "pelotas" al acercar sus testículos a las ruedas de una bicicleta en marcha, pero es gracioso, porque el público se rie.
Quizás es que no hay ningún problema, quizás el problema soy yo, que no me entero. Quizás es que realmente la pieza es la más acertada que se haya hecho nunca jamás. Porque el público, al que manda a la mierda Ian Fabre en su espectáculo, sin mero espíritu crítico, aplaude y se divierte con una función que nos pinta un mundo sin salvación, vacío, estúpido, cruel...una mirada muy amarga, pero miro alrededor en el patio de butacas y me parece que es una mirada bastante acertada.
Una muy buena puesta en escena para presentarnos más de lo mismo, más de lo que se nos presenta en miles de obras modernas, posmodernas y transmodernas, desde finales de los 80 hasta hoy. No hay nada nuevo, quizás porque el mundo no ha cambiado y sigue necesitando que provoquen por provocar. Porque por mucho que me justifiquen en el programa de mano, en la rueda de prensa o en la web de la compañía, hay números que son mera provocación sin más.
La duda que me queda es si jóvenes directores de la escena sevillana como Baldo Ruiz Cordero, Ramón Perera o un servidor, hubiésemos recibido tanta ovación y el beneplácito de la elite intelectual sevillana, si hubiéramos hecho algo similar. Aunque pensándolo mejor, me da igual lo que piensen los que parecen que piensan pero no lo hacen. ¡Qué les jodan! ¡Que les jodan a ellos y a sus ídolos!¡Que te jodan, Jan Fabre!
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cano querido,
ResponderEliminarpues tengo sensaciones encontradas con lo de Fabre. seguro es un genio de la têcnica, me parece que esos cuerpos mejor adiestrados no pueden estar, pero hay algo de artificial, por no decir artificioso, que no me permite remezôn a nivel interior y que le quita peso, a mi criterio, al discurso, a la postura crîtica a una sociedad que prefiere masturbarse en su sillôn, a solas, de espaldas al mundo. encontrê algo de ingenuidad, que lamentablemente no es lo mismo que inocencia y para alguien que es un explorador de lenguajes, estêticas y texturas me parece, a decirlo menos, imperdonable...
fuera de esta visceralidad que me has arrancado, creo que es un espectâculo digno de ser visto, con momentos sublimes (el parto, la danza de los cochecitos de supermercado, la masturbaciôn con la pâgina, que me desplazô a la Huppert en La Pianiste, entre otras), pero que merece recibir un hachazo tambiên. que le duela, Monsieur Fabre