sábado, 26 de septiembre de 2009
SOBRE TEATRO Y ARTE, ARTE Y TEATRO
La directora norteamericana Ann Bogart, en su libro La preparación del director, nos recuerda en palabras de Victor Schklovsky que “todo lo que nos rodea está dormido”. Por tanto, la función del arte es despertar aquello que duerme. Miro la cartelera de Madrid, de Sevilla, los circuitos alternativos y entiendo cuál es la problemática en España: no entendemos que el Teatro es Arte. Ese es el mayor problema que hay en España. Vemos el Teatro como un acto espectacular, una expresión de consumo, una forma de comunicación social… todo eso lo es, pero se nos olvida lo fundamental: La función artística del teatro. Y más que la función artística, la característica de Arte que yace en la propia naturaleza del Teatro. Olvidándonos que tenemos que despertar lo dormido.
Es evidente que el Teatro no nació como tal, no se desarrolla como tal, como Arte. Críticos y teatrólogos nos remiten a la función ritual del primitivo Teatro, cuando aún no habíamos disociado los conceptos Logos y Mitos. Pero también la pintura nace como rito, unida al Mito. Y a medida que pasa el tiempo se va acercando al logos, hasta el punto que tenemos la necesidad de acercarnos a ella a través del intelecto. Ayer noche, entre copas, hablaba con unos amigos de la necesidad que tenemos de acercarnos a la pintura abstracta a través del intelecto. Es decir, que hay discursos pictórico que nos obligan no solo a mirar, a dejarnos sorprender, a escuchar con los cincos sentidos, a que nos conmuevan o permitirles que vayan directos al sentimiento, sino que hay una necesidad de que todo eso sea un simple apoyo a dejarnos activar el cerebro. Hay quien decía que la abstracción no consiste en ver, sino en sentir, pero eso hace que miles de personas que dicen eso de “no entiendo este cuadro” sean descalificadas como insensibles y en realidad lo que les pasa es que no permiten que se provoque a su capacidad intelectual, que se dirijan a ella. El pintor David Salle dice que “lo único que importa en el arte y en la vida es ir en contra…de la actitud de literalidad para insistir en la vida de la imaginación y ‘vivir’ en ella” Y sabemos que imaginar es construir imágenes y esa labor es propia del intelecto y no de los sentimientos. Y el Teatro también tiene que aspirar a ello. Porque Teatro es Arte, no es ya lo que fue y no es lo que será.
Tenemos el deber de recategorizar al Teatro y llevarlo al nivel de Arte. ¿Cómo? Debatiéndonos entre nuestra intención de impresionar al público o estimularlo de forma creativa. Sin olvidar que el Teatro tiene la capacidad de entretener, de evadir.
Igual que Umberto Eco exige la creación del “lector modelo”, tenemos que crear al “espectador de espectáculos modelo”. Y así elevamos no solo la categoría de teatro sino la categoría del propio espectador. Porque el otro problema que tenemos en España es que pensamos que el espectador está muy por debajo de nuestro sentido crítico y la realidad es que está muy por encima. De esta forma nuestro discurso escénico llegará a más espectros de público, porque tendremos más niveles de significación siendo el “espectador modelo” el que pueda abarcarlos todos, pero eso no quiere decir que nuestro discurso no llegue al que pueda abarcar sólo uno de esos niveles. Y no olvidemos que la diferencia fundamental del Teatro con otros espectáculos, que denominamos de masas, es que el Teatro es una cinta transportadora de significantes y significados y eso va directamente unido, una vez más, al intelecto y no al simple “emocionalismo”.
Y escribiendo estas líneas me reafirmarmo una vez más en la diferencia del artista con los profesionales del arte. El artista es generoso, porque necesita del público y piensa en él (“lector modelo”). Y es consciente que el público es quien cierra el discurso escénico, el pictórico, el literario… y el profesional del arte es aquel que con herramientas propias del arte y en espacios propios del arte se dedica a mirarse en el agua como hizo Narciso. Y nacen los espectáculos de cartón piedra.
El Teatro tiene que mirar a Aristóteles y buscar el Justo Medio entre emoción e intelecto. Si quiere ser lo que debe ser.
Por cierto, no os asustéis que entre copas tambien hablamos de nuestros sobrinos, proyectos de vida, Belen Esteban y las hijas de Zapatero. Esa es la virtud de la posmodernidad.
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Canaca, si sigues así te visualizo catedrático o Ministro de cultura.
ResponderEliminarme gusta la referencia que haces al arte como motor para despertar... y tambiên aquello que dices de eso versus la espectacularidad que cruza el "evento teatral". pienso que negar la espectacularidad es casi imposible, asî como tratar de desterrarla. pienso, mâs bien, que hay que saber acercarse a las marcas espectaculares y encontrar la polisemia del têrmino. hay un libro muy interesante, a mi criterio, llamado: teatro, texto o espectâculo vivo?, donde se aborda -a modo de preguntas, que hacen las veces de capîtulos- el tema de la espectacularidad, de los pûblicos, del artificio, etc.
ResponderEliminarcon respecto a los pûblicos, tambiên hay algunas teorîas chêveres planteadas por los posdramâticos, que me parecerîa interesante revisarlas en conjunto, como la del espectador nômada, aquel que no pertenece a un grupo, sino que se adecua segûn necesidades especîficas a una "masa".
chêvere tu texto, un poco difîcil para mî comentar en esta cajita, cuando apunta hacia direcciones tan diversas. igual creo que te he escrito demasiado *y demasiado abierto.
provocador, provocador.
parece que los debates en el mâster estarân muy vivos. espero...