lunes, 29 de junio de 2009

LA CIBERNÉTICA DEL CABARET.

Hace unos días repasaba las líneas de Carmen Bobes que nombrando a Barthes nos recuerda que el Teatro es una MÁQUINA CIBERNÉTICA, ya que escupe cargado de significado todo elemento que aparece en escena, el espectador carga de significación todo lo que se pone en el escenario y le da un sentido global a la experiencia. Incluso todo lo que fuera de escena no es signo, sobre la escena se semiotiza de acuerdo al sentido del conjunto. Voy dándole vueltas a estas teorías y confirmo mi insistencia en el compromiso ético y social que tiene el director de escena y su equipo, pues todo lo que hacen y deshacen sobre el escenario marca un antes y un después en la sentido total, que no global, de su discurso. Y marca un antes y un después en la experiencia vital del espectador. Cuando hablo de compromiso ético y social, no quiero relacionarlo con la denuncia social, como ya vengo escribiendo con anterioridad, sino con la existencia real del Teatro, que es un Hecho Social por excelencia. Y cuando digo ético me refiero al “Justo Medio” que debe imperar en un director de escena a la hora de calibrar el sentido y la sinceridad que tiene su discurso escénico, igual que debe calibrarla el poeta o el pintor, en definitiva el artista. Entre vuelta y vuelta que le doy a lo que dice “La Bobes” y lo que teorizaba “Don Barthes”, me paso por el Teatro Marquina de Madrid, que en mi cabeza se relaciona con Teatro Comercial, y entro para ver y disfrutar el último espectáculo en gira de la compañía granadina Lavi e bel, que en mi cabeza se relaciona con Teatro de Calidad. Me siento en la butaca, junto a una amiga, y el Teatro ya es Teatro, ya es Cabaret, la Banda ya ha empezado a tocar, la maestra de ceremonia ya nos invita a pasar, la actriz ha comenzado a cantar y al patio de butacas se le echa en falta una mesa, un par de sillas y unas copas de champagne. Disfruté. Disfruté como un espectador raso, inocente, y al tiempo como un espectador con experiencia. Lavi e Bel presenta un Cabaret Liquido sincero y entrañable, que nos remite a los espectáculos de variedades de siempre, de una compañía ambulante, de un circo de entreguerras, de un Teatro Futurista de las vanguardias de principios del XX. Homenaje a la revista, a la opereta, al fado, al tablao… Un teatro picante, verderón, crítico, elegante y bochornoso al tiempo, de esos teatros que te hacen tener ojos de niño, de cuando tus padres te llevaban a ver el Teatro al aire libre, el de verbena, donde lo fundamental era entretener. Ahora, en tiempo de crisis, Lavi e Bel viene a entretenernos, pero siendo consciente de lo que hace e intentando llenar nuestra experiencia de algo más que un par de chistes y unas risas. El director, junto a su equipo, consigue hacer el homenaje que siempre se debió dar a los cabareteros y los comediantes, porque ellos llevaron la ilusión y la evasión al espectador de a pie. Y el Teatro, máquina cibernética, se hace cabaret cibernético, en la medida que te evade de los actores significantes que hay fuera de las puertas del teatro y te ofrece una experiencia con significado en sí misma, sin necesidad de tener que dárselo tú. Y lo que yo viví, no es lo que vivió el que estaba a mi lado o detrás, porque el cabaret de Lavi e Bel es un cabaret inteligente, hecho de forma sincera y de corazón, y te exige lo que tú mismo quieras exigirte como espectador, ni están por encima de ti, ni del bien, ni del mal, ni quieren que seas tonto, ni te piden una inteligencia artificial desorbitada. El espectador disfruta del espectáculo porque él mismo pone sus límites de exigencias para entender lo que está viendo y le da el valor que le quiere dar o que necesita darle en ese momento. Ni más, ni menos. Y si hablo constantemente de Lavi e Bel, sin destacar a nadie, es porque el Cabaret es un todo, donde la Banda, el hombre percusión, sus actores, el vestuario, su fondo-mural tan mexicano, componen el significante y el significado. Todos y cada uno de forma horizontal y no jerárquica están dónde deben estar. Si tuviera que quedarme con algo, me quedaría con la cantante de fado, que nos hizo llorar en este "barco sin agua" y si debiera quitar algo, eliminaría el número de Nefertitis, no todo puede ser redondo. Por todo esto y mucho más: larga vida a Lavi e Bel

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